Una visión filosófica de los aranceles de Trump
Los aranceles podrían ser el primer paso para desarmar un imperio ineficiente, y quizás el último; consecuencias de todo esto para el dólar; y quién subvenciona más al campo
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A veces, uno ha de alejarse del mundanal ruido y olvidar brevemente que la cartera de inversión de uno acumula pérdidas del 25% solo en los primeros cuatro meses del año y que lo mejor a lo que se puede aspirar en 2025 es virgencita por favor que me quede como estaba.
Hace un par de semanas, estuve explicando por qué mucha gente en los mercados pensaba que llegaba una corrección fuerte en medio del desinfle de la burbuja de la inteligencia artificial. Ahora ha llegado la corrección fuerte, después de que Donald Trump anunciara una serie de aranceles comerciales punitivos contra la mayor parte de las economías mundiales. La corrección se ha frenado algo después de que Trump los congelara durante tres meses, pero seguimos en alerta de caídas.
Espero que con esto se entienda que sacar la conclusión de que las bolsas mundiales se vinieron abajo solamente por los aranceles de Trump es erróneo. Esto se veía venir si incluso gente como yo, que estoy fuera de la política y el mundillo financiero, lo veíamos tan claro y tan obvio. Ahora, es cierto que los aranceles de Trump están teniendo un impacto y probablemente lo tengan a largo plazo.
Lo primero que hay que hacer es pedirle a los liberalios del mundo, tan bienintencionados, que dejen de dar la vara con LOS ARANCELES SON MALOS, VAN A HACEROS X% MÁS POBRES EN X NÚMERO DE AÑOS. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo con algo en la cabeza más allá de pelo, quiero decir, lo que es un porcentaje alto del trumpismo, pero no desde luego uno que se acerque al 100%. Ningún movimiento se hace masivo sin atraer a un número significativo de bobos, oportunistas y depredadores sexuales (¿verdad, amigos de Podemos?)
Los liberalios ya nos dieron la vara con el Brexit, con el “el PIB británico será un 5% más bajo en una década si salís de la UE”. Todo el mundo lo entendía; la respuesta del votante británico fue “quiero recuperar la soberanía nacional y si el precio es un 5% del PIB pues adelante”. Y ésa es exactamente la respuesta del trumpismo. El trumpismo no quiere que EEUU sea el núcleo vaciado y drogado de un imperio progresista occidental, sino un país con industrias productivas donde la gente tiene un trabajo digno. Lo que no sabemos es si lo van a conseguir.
Aquí, por ejemplo, Tuomas Malinen nos explica que los aranceles de Trump llegan en un contexto de cambio en la arquitectura del poder mundial ha cambiado. Es claro para cualquiera que el planeta es mucho menos unipolar, y que las potencias intermedias (Brasil, India, México, Indonesia…) tienen ahora una relación con EEUU que es mucho menos dependiente:
El "problema" de Estados Unidos es que posee la moneda de reserva. Esto significa que puede imprimir una cantidad casi infinita de dólares estadounidenses sin desplomar su valor, lo que le otorga una clara ventaja sobre los demás países del mundo. Este estatus también implica que EE. UU. recibe importantes entradas de capital. Todos desean poseer dólares, lo que implica que también invierten en activos denominados en dólares. Entre 2022 y 2023, EE. UU. recibió el 41 % de todos los flujos de capital del mundo. Esta cifra es muy desproporcionada, ya que el producto interior bruto (PIB) estadounidense representa tan solo alrededor del 26 % del PIB mundial.
También existe la llamada paradoja de Triffin, que implica que, para mantener su estatus de moneda de reserva, el país que la posee necesita abastecer al mundo con su moneda. Podemos simplificar el asunto afirmando que los ciudadanos y las empresas estadounidenses deben gastar excesivamente para mantener el estatus único de su moneda.
En finanzas internacionales, el dilema de Triffin (a veces denominado paradoja de Triffin) es el conflicto de intereses económicos que surge entre los objetivos nacionales a corto plazo y los objetivos internacionales a largo plazo de los países cuyas monedas sirven como monedas de reserva global: es decir, de los imperios.
Este dilema fue identificado en la década de 1960 por el economista belga-estadounidense Robert Triffin, y es en resumen una transposición de la dualidad de todas las dividas (como repositorio de valor e instrumento de intercambio) a la típicamente monumental escala de un imperio.
Como señalé aquí, desde los albores de la civilización ha existido esta dualidad, que explica por qué las primeras monedas fueron usadas como repositorio de valor, y no como modo de intercambio, durante siglos; y también explica en parte por qué el Bitcoin sigue cayendo cada vez que hay una crisis en los mercados financieros, aunque debería ser en sí mismo un repositorio de valor.
Al final, lo que dice el dilema de Triffin es que una moneda de reserva global como el dólar o como el doblón imperial español, debe estar disponible para todo el mundo. Esta función de suministro se cumple nominalmente mediante el comercio internacional, y el país que ostenta el estatus de moneda de reserva debe incurrir en un inevitable déficit comercial, como le ocurrió a EEUU a partir de la década de los 1970s. Este dilema explica también por qué John Maynard Keynes anticipó esta dificultad y abogó por el uso de una moneda de reserva global denominada “Bancor” en lugar del dólar. Sigue Malinen:
Este comportamiento conduce naturalmente a un déficit comercial. Hay dos maneras de ver los esfuerzos del presidente Trump por mejorar el flujo comercial y apoyar la economía estadounidense.
Imagine que eres es el jefe de la única familia muy adinerada en una comunidad pequeña y cerrada. Otras personas producen bienes, que tu familia compra. Obtienes bienes, mientras que otros obtienen dinero para vivir. Si intentas apoderarte de la industria manufacturera de tu pequeña comunidad, empobrecerás a todos sus miembros. Tu comunidad no puede permitirse tus bienes, así que tus esfuerzos por fabricarlos serán en vano. Puedes formar una familia auto-suficiente, pero ahora fabricas cosas que antes comprabas (con tu tiempo), y tu comunidad se está empobreciendo. Y la pobreza es la principal motivación detrás de las revoluciones. Así que, al final de este esfuerzo, los miembros empobrecidos de tu comunidad se alzarán contra ti y te robarán.
Esto es una simplificación, por supuesto, pero muestra lo que sucedería si el poseedor de la moneda de reserva intentara drenar la producción manufacturera mundial. Este enfoque, en última instancia, empobrecerá a todos, incluido tú mismo. Además, es probable que termines destruyendo tu posición como proveedor de la demanda global (receptor de flujos de capital "ilimitados").
Dependiendo de cómo lo calcules, estamos en la cuarta o quinta ola de globalización. Muchos consideran que la primera ola de globalización se produjo a finales del siglo XVIII, impulsada por la Revolución Industrial, y culminó con las Guerras Napoleónicas. La segunda ola se produjo a principios del siglo XX, cuando, por ejemplo, la gente viajaba por Europa sin pasaporte, lo que culminó con la Primera Guerra Mundial. Se considera que la tercera tuvo lugar en la década de 1920, cuando Estados Unidos se convirtió en un banco global y un centro manufacturero. La Gran Depresión puso fin a esta etapa. La cuarta ola comenzó en la década de 1970 y culminó con las crisis financieras de los productores de materias primas (economías en desarrollo), incluyendo también a Finlandia y Japón. La burbuja de las puntocom dio inicio a la quinta ola, que culminó con los confinamientos por el coronavirus y la guerra ruso-ucraniana. Las actuales guerras arancelarias parecen ponerle fin.
La cuestión es que Estados Unidos ha dominado las tres olas de globalización desde la década de 1920. Si la guerra comercial, que probablemente ya ha comenzado, no finaliza rápidamente con acuerdos, podría poner fin a la hegemonía económica estadounidense, que ya dura un siglo. Una guerra comercial prolongada obligaría a otros países a comerciar con sus propias monedas, lo que haría que el dólar perdiera su estatus especial.
Entiendo perfectamente el argumento del presidente Trump de que Estados Unidos está siendo tratado injustamente en el comercio. Sin embargo, ésta es una consecuencia casi inevitable de tener una moneda de reserva. La capacidad de crear y recibir riqueza financiera prácticamente sin límites tiene un coste. Ese coste es un déficit comercial inevitable y la externalización de empleos manufactureros, con otros países protegiendo sus industrias con aranceles.
Si los aranceles del presidente Trump también buscan reducir la rentabilidad, existe una manera mucho más sencilla y menos arriesgada de hacerlo: recortar drásticamente el gasto federal. Interrumpir las cadenas de suministro globales conlleva riesgos significativos, como la aceleración de la inflación y la reversión de la globalización.
El filósofo Curtis Yarvin discute las raíces del mercantilismo de Trump aquí. Luego hay otro pequeño misterio, que se ve claro con este mapa de abajo de Bloomberg, mostrando los países a los que Trump ha impuesto los mayores aranceles. Esto es, primero, un golpe contra los países más débiles y que más chupan del bote imperial (Africa y Oriente Medio), otro contra los listillos que gruñen cuando Trump da órdenes (Europa) y finalmente, por encima de todo, un golpe para China y los países en su cadena de manufactura como Vietnam, Malasia e Indonesia:
Estamos en una situación de inestabilidad extrema en los mercados, con tweets generando oleadas de compras y de ventas. Las consecuencias de todo esto son imprevisibles: de momento ha colapsado el acuerdo que ya había para que un grupo de inversores estadounidenses compraran las operaciones locales de TikTok y China ha anunciado aranceles del 34% para todos los productos yanquis.
En medio de un tsunami de comentarios antes y después de que Trump suspendiera los aranceles durante tres meses, me llamó la atención la defensa de los aranceles de Trump que publicó en Twitter un famoso millonario, en debate con el famoso substacker Alex Berenson (la traducción es de Twitter):
Es clave este detallito que nos dejan los colegas de Powerline, un blog de centro-derecha boomer neocon que tiene sus cosas majas. Son solo seis porcentajes que explican muy bien cómo funciona el planeta en 2025:
Porcentaje de EE. UU. en la población mundial: 4 %
Porcentaje de EE. UU. en el PIB mundial: 26 %
Porcentaje de EE. UU. en la riqueza mundial: 29 %
Porcentaje de EE. UU. en la deuda mundial: 35 %
Porcentaje de EE. UU. en el gasto militar mundial: 37 %
Porcentaje de EE. UU. en la ayuda exterior mundial: 40 %
Hasta ahora, todo esto ha ido junto: un país con el 4% de la población se mantiene como superpotencia dominante porque tiene el 37% del gasto militar, lo que le permite generar un 26% del PIB y mantener un 29% de la riqueza. Pero ello exige también sacrificios que están llevando la capacidad de las finanzas estadounidenses al límite, obligan a mantener un gigantesco aparato de ONGs y paripés que dejan el 40% de la ayuda internacional al desarrollo bajo gestión estadounidense y hacen que el 35% de toda la deuda mundial sea de ese estado.
Trump es la única persona desde los tiempos de Bill Clinton (quien, sátiro y criminal o lo que sea, logró estabilizar el presupuesto) en haber presentado una solución a largo plazo a lo que durante más de una década ha parecido un derrapaje sin control que nadie quería controlar. Puede que su solución, por diversos motivos, no acabe de funcionar o siquiera sea implementada: pero a ver quién es el guapo que viene con otra, porque lo van a necesitar.
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