Los problemas financieros del Vaticano
El nuevo Papa va a pasarse mucho tiempo con los contables; la verdad europea sobre el apagón español; el dólar de Taiwán es la estrella de las divisas
Increíblemente, la elección de un papa argentino no logró arreglar los problemas financieros del Vaticano. ¿Quién lo iba a pensar?
Como escribe el Wall Street Journal, a su muerte el Papa Francisco dejó el déficit presupuestario del Vaticano en un nivel tres veces superior al que heredó, con un fondo de pensiones que afronta pasivos de hasta 2.000 millones de euros que la Santa Sede no puede financiar. Sabiendo esto, lo extraño es que el Cónclave no eligiera a Warren Buffett como próximo Papa.
El primer Papa jesuita exhortó al clero a vivir con frugalidad, pero ahorrar por sí solo no alivió la crisis financiera que atravesaba la sede de la Iglesia, explica el WSJ. El Vaticano depende cada vez más de la venta de entradas a museos para financiar su burocracia, su red mundial de embajadas y la Guardia Suiza Papal, un pequeño ejército pagado con pensiones en francos suizos. La ciudad-estado recibe a siete millones de visitantes al año, sin recaudar impuestos.
Los problemas de Francisco con las finanzas empezaron al comienzo de su mandato. Cuando ordenó una auditoría, se encontró con resistencias y ocultaciones. El auditor quedó desconcertado por el hecho de que las monjas llevaran los libros de cuentas con lápiz y papel. En un momento dado, unos intrusos irrumpieron en su oficina y manipularon su ordenador. Finalmente, el Cuerpo de Gendarmería del Estado de la Ciudad del Vaticano (el servicio local de policía) intervino.
El secretismo contable, y en otros sentidos, del Vaticano es legendario. En parte está justificado porque muchos clérigos operan en países donde financiar misiones con fondos extranjeros en delito. Después de una temporada, el propio Francisco se aburrió con la persecución financiera y dedicó el resto de su mandato a la gesticulación progre, que es menos dolorosa y te garantiza alabanzas de la prensa internacional en lugar de ataques metafóricos y reales.
Los escándalos por una inversión inmobiliaria de 400 millones de dólares culminaron con la condena de un cardenal por malversación de fondos y fraude en 2023. Pero para entonces Francisco ya estaba un poco más pallá que pacá. Ahora, el muerto financiero le cae a su sucesor (las traducciones son mías):
Para comprender la combinación de gasto deficitario y mala gestión que está llevando al Vaticano a una deuda insostenible, periodistas del Wall Street Journal se reunieron con funcionarios del banco, el fondo de pensiones y las instituciones reguladoras del Vaticano, así como con cardenales que asistían al cónclave de esta semana. Varios se reunieron en secreto, en lugares acordados por Signal, alegando un clima de sospecha ante el deterioro del balance general del Vaticano y la proliferación de culpas. Un alto funcionario de finanzas del Vaticano se negó a dar detalles hasta que le aseguraron que los periodistas del Journal no lo estaban grabando subrepticiamente, señalando un incidente en el que un cardenal, enjuiciado por malversación de fondos, grabó encubiertamente al propio Papa.
La principal preocupación, dijeron, era una cultura de malas prácticas financieras que Francisco no pudo erradicar antes de su muerte. Poco antes de la muerte del Papa, uno de los bancos que gestionaba los activos del Instituto para las Obras de Religión (IOR), como también se conoce al Banco Vaticano, rompió vínculos, una señal de la pérdida de confianza en las prácticas antiblanqueo de la Curia.
La preocupación más profunda reside en las implacables matemáticas.
De dirigir un país con problemas económicos y una enorme riqueza. Las paredes del Museo Vaticano están revestidas con las obras maestras de Miguel Ángel, Caravaggio y Leonardo. Más de un millón de libros antiguos y raros se guardan bajo los techos abovedados y decorados con frescos de la Biblioteca Vaticana, incluyendo algunos de los manuscritos griegos más antiguos que se conservan del Antiguo y el Nuevo Testamento. Pero el Vaticano no tiene intención de vender jamás su herencia. Incluía en sus libros muchas obras de arte invaluables, incluyendo la Capilla Sixtina, a un valor nominal de un euro cada una, como una forma de indicar que priorizaba su significado religioso y artístico sobre su valor económico. Y, sin embargo, el mantenimiento y el seguro son onerosos.
El resultado es una paradoja. Un pequeño país de riquezas inconmensurables ha sido incapaz de sostener las funciones básicas de un estado sin incurrir en un déficit peligroso. El país, per cápita, tiene uno de los porcentajes más altos de residentes que trabajan en finanzas. Sin embargo, su presupuesto está controlado en última instancia por clérigos más versados en la misión espiritual de la Iglesia que en los aspectos prácticos de la gestión de un gobierno, un banco o un departamento de tesorería.
Cuenta con una plantilla de clérigos solteros que la mayoría de los administradores de fondos de pensiones soñarían con atender: sin cónyuges ni dependientes a quienes pagar como beneficiarios. No obstante, su fondo de pensiones no podrá cumplir con sus obligaciones "a medio plazo", advirtió Francisco en una carta el pasado noviembre.
Pagar las cuentas no siempre fue tan difícil para el Papa. Las cruzadas, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro se financiaron en parte con la venta de indulgencias, un invento que permitía a los fieles comprar una reducción del tiempo que sus almas pasarían en el purgatorio, aunque la práctica se consideraba tan corrupta que contribuyó a impulsar la Reforma.
Hasta mediados del siglo XIX, los Estados Pontificios gravaban las ricas tierras agrícolas de lo que hoy es el centro y norte de Italia, lo que les proporcionaba un flujo constante de ingresos. Esto terminó en 1870, cuando los ejércitos de la recién unificada Italia arrebataron Roma a Pío IX. Esto dejó una finca de 0,2 millas cuadradas en el centro de la antigua capital para lo que se convertiría en la Ciudad del Vaticano.
Con una población compuesta principalmente por sacerdotes, monjas y trabajadores de la iglesia, no había una base impositiva sólida. Pero el Vaticano finalmente se dio cuenta de que podía aprovechar su exención de impuestos para convertirse en un centro financiero, y con el tiempo su banco recién creado adquirió participaciones importantes en empresas italianas y europeas.
El Vaticano se ganó la reputación de prácticas financieras turbias, y el Banco Vaticano se vio envuelto en escándalos, incluyendo acusaciones de contrabando y blanqueo de capitales, durante décadas. A principios de la década de 1980, el banco se vio envuelto en la quiebra de la entidad italiana Banco Ambrosiano, cuyo presidente, Roberto Calvi, fue encontrado muerto con ladrillos en los bolsillos, colgado bajo el Puente de Blackfriars en Londres. El Banco Vaticano acordó pagar casi 250 millones de dólares para resolver las reclamaciones de los acreedores del banco italiano. Pero la cuestión de cómo financiar una ciudad-estado teocrática libre de impuestos persistía.
Para aquéllos que no recordáis los años 1980, será difícil entender lo enorme que fue este escándalo de Calvi y el Banco Ambrosiano. Un ejecutivo de banca bastante turbio aparece asesinado, y nunca nadie jamás acusó de nada al Vaticano, pero las noticias fueron un continuo ataque a la Santa Sede con insinuaciones sistemáticas, durante años y años. Lo de Calvi fue tal regalo en particular para la izquierda anticlerical que hace mucho sospechar quién se cargó al tipo.
La llegada del Papa Benedicto XVI, un conservador alemán elegido en 2005 entre grandes aspavientos de la izquierda porque era, cómo no, el Hitler de la Iglesia, llevó a reformas importantes.
El WSJ cita el caso de una de las fuentes de ingresos más lucrativas del Vaticano por entonces, que era una gasolinera con dos surtidores ubicada a unos 50 metros de San Pedro que atendía a coches que hacían cola para llenar el depósito con gasolina que costaba hasta un 30 % menos que en Italia.
El pontífice alemán creó una oficina para combatir el blanqueo de capitales y encargó a Moneyval, el organismo europeo de control de delitos financieros, que examinara las cuentas. Por primera vez, el Banco Vaticano comenzó a publicar informes anuales. El intento de transparencia resultó ser un tremendo tiro por la culata: en 2012, Moneyval acusó al Vaticano de estar incumpliendo casi la mitad de sus 16 áreas clave de estándares financieros y le instó a reforzar las medidas para prevenir el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo.
Lo que Benedicto tenía que haber hecho era responder que iba a actuar contra el blanqueo de capitales con tanta firmeza como los grandes gobiernos europeos, la gran banca y la propia Comisión Europea: es decir, con ninguna. Pero el banco central italiano, por entonces totalmente controlado por la Comisión, en 2013 bloqueó todos los pagos electrónicos a la Ciudad del Vaticano, impidiendo a los turistas retirar dinero de los cajeros automáticos o usar sus tarjetas bancarias. Un mes después, Benedicto XVI anunció su renuncia, convirtiéndose en el primer Papa en hacerlo desde Gregorio XII en 1415. Por motivos personales.
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