Las sanciones internacionales son un regalo para Rusia
Lo dice un economista poco sospechoso de ser amigo de Putin
Las punitivas sanciones internacionales contra Rusia son un poco como el chiste de los 80 que decía que el PSOE no era socialista ni obrero, ni español, y apenas contaba como partido. Para empezar, no son muy internacionales que digamos (solo 33 países del mundo se han apuntado, todos ellos miembros de la OTAN y/o estrechos aliados de EEUU), y sus efectos están distando bastante de ser punitivos.
Que las sanciones no iban a morder tanto como se prometió fue evidente casi de inmediato: el rublo se hundió y rápidamente se recuperó a niveles incluso más altos de los que estaba. La economía rusa en 2022 se contrajo menos de lo que se contrajo la estadounidense después de la macro-crisis financiera de 2008. En 2023, el Fondo Monetario Internacional espera que el PIB ruso crezca más que el alemán o el británico.
La popularidad de Vladimir Putin ha subido en lugar de bajar; y la marcha de compañías de comida basura como McDonald’s y Kentucky Fried Chicken, o Tinder, la app de citas que tanto está haciendo para hundir la fertilidad en occidente, difícilmente puede calificarse como desastre para cualquier país.
Desde luego, es difícil calificar las sanciones como mecanismo eficiente para penalizar una invasión que representa una obvia violación del derecho internacional.
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