Las sanciones a Rusia pueden aniquilar el sistema financiero internacional
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La principal consecuencia de la guerra de Ucrania puede no ser la destrucción de Ucrania, ni la destrucción de Rusia, ni siquiera la destrucción de economías occidentales asfixiadas por los precios de la energía y la pérdida de mercados naturales. La principal consecuencia de la guerra será, con casi toda seguridad, la destrucción del sistema financiero globalizado que surgió del fin de la Guerra Fría.
Este sistema tiene una serie de características específicas basadas en cierto respeto a normas y procedimientos internacionales de arbitraje, y he escrito largo y tendido sobre cómo las sanciones a Rusia, por su escala espectacular y completo desprecio a estas normas, ya están poniendo en peligro todo el chiringuito. En particular, recordemos que — como parte de los paquetes de sanciones — los países occidentales y sus aliados se han apropiado ilegalmente de las reservas internacionales de Rusia.
Rusia tiene las cuartas mayores reservas de divisas del mundo, lo que supone un importante seguro contra contingencias que el país ha ido acumulando en los últimos veinte años. Es importante entender lo que esto significa: Rusia no tiene 630.000 millones de dólares en lingotes de oro o en billetitos acumulados en una caja de seguridad; lo que Rusia tiene es una combinación de oro, algo de dinero en metálico y, sobre todo, muchísimos bonos del estado de diversos países denominados en dólares y euros:
Un problema para Rusia, que hasta ahora no había parecido ser un problema, es que casi todos estos bonos son de los países con más alta calificación de crédito (Alemania, Francia, Japón, EEUU…), todos los cuales son miembros de la OTAN o aliados de miembros de la OTAN. Y ni siquiera son bonos, estrictamente hablando: no son trocitos gigantes de papel que se pueden guardar en un depósito de seguridad de un banco suizo (y Suiza también se ha unido a las sanciones contra Rusia) sino apuntes electrónicos en el sistema financiero internacional, que están registrados en bancos centrales de países que están aplicando sanciones contra Rusia, o en los bancos comerciales de países que están aplicando sanciones contra Rusia.
Lo que eso quiere decir es que estas reservas solo se pueden utilizar si estos bancos te permiten hacen transacciones con ellas: comprar o vender los bonos, transferir los cupones acumulados por el pago de intereses, etc. Los países que sancionan a Rusia no necesitan robar a Rusia sus reservas internacionales: pueden simplemente bloquearlas, lo que suena mucho más neutral y tecnócrata y siglo XXI, y eso en efecto quiere decir que las han
robadoconfiscado, y que Rusia no podrá usarlas jamás, o hasta que se elimine este bloqueo. Un ejemplo de cómo funciona todo esto fue el vodevil respecto a las reservas de divisas del banco central de Afganistán la semana antes de la invasión rusa de Ucrania: después de mucho tira y afloja, el gobierno de EEUU (que tiene la custodia electrónica de ese dinero) decidió que se va a quedar con los 7.000 millones de dólares y repartirlos para obras pías como vea conveniente, a pesar de los obvios problemas de malnutrición que están afectando al misérrimo país centroasiático. Uno puede pensar que esto está bien, mal o regular, pero es lo que hay. Y tiene implicaciones muy significativas para las finanzas internacionales; sabemos que ya a nadie le importa el Afganistán de los Talibán, pero las reglas internacionales o son para todos, o no deberían ser para nadie.Volviendo a Rusia, la situación es similar. Está el detalle de que Rusia tiene 4.500 cabezas nucleares, pero nadie cree que la congelación de reservas de divisas sea suficiente motivo para que se desate la Tercera Guerra Mundial, al menos de momento. A mí lo que me parece más fascinante es que todo esto se alabado por, por ejemplo, el columnista estrella de Bloomberg News, Matt Levine, a quien le parece que la mera posibilidad de
robarconfiscar las reservas rusas de divisas es evidencia de que el sistema financiero funciona bien. Y, de hecho, compara esto con el sistema chino de crédito social: como Rusia se ha portado mal, los jefes (EEUU) les castigan sin paga.
Los detalles del castigo son muy importantes, porque todos los demás países del mundo (notablemente China y la India) están atentos a ver cómo pueden evitar que esto les pase a ellos, y cómo pueden ajustar o, en caso necesario, desmontar el aparato de la globalización que, es obvio dadas las circunstancias, no se diseñó para su propio beneficio, aunque les haya beneficiado.
La globalización, por resumir mucho y de manera muy simplificada, funciona así: los países ricos le abren el acceso a sus mercados a los países en desarrollo, para recibir sus materias primas y productos manufacturados a precios más bajos, lo que coadyuva a baja inflación que (en circunstancias normales) permite a los bancos centrales mantener tipos de interés ultrabajos que estimulan a economías que, con sus penosas circunstancias demográficas, normalmente estarían comatosas.
Esto tiene un componente adicional muy importante, que es el libre acceso a los mercados financieros de los países ricos, más flexibles, fiables y sofisticados que los de los países en desarrollo. Pocos millonarios chinos o indios confiarían sus fortunas a bancos o fondos de inversión locales, si pudieran evitarlo; y lo mismo ocurre con los estados, que reinvierten sus superávits comerciales en bonos del estado y de las empresas de los países ricos, lo que supone menores costes de endeudamiento para economía desarrolladas que han construido fabulosas catedrales barrocas de apalancamiento financiero. Telefónica, sin ir más lejos, tiene más deuda que varios países en desarrollo juntos.
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