Cómo Elon Musk puede destruir Google usando Twitter
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Elon Musk está a un paso de comprar Twitter, una operación financiera que puede afectar a gran parte del sector tecnológico y, en particular, cortarle las alas al gigante Google.
Expliquemos por qué. Pero, para entender el contexto de este terremoto, conviene repasar lo mejor de lo mucho que se ha escrito sobre la telenovela del hombre más rico del mundo comprando la red social peor gestionada del mundo. Eso lo escribió Jordi Pérez Colomé, reportero de tecnología de El País que tiene una newsletter muy maja a la que se pueden apuntar aquí.
Jordi se ha fijado en los mensajes privados de Musk, publicados debido al proceso legal en que se ha enzarzado con los duelos actuales de Twitter, y se ha echado unas risas, lo que es una reacción apropiada dados los bandazos que ha habido en la operación, con todo tipo de peleas legales y mediáticas. Más allá de las risas, los mensajes nos dicen mucho sobre cómo se opera a estos niveles:
Su lectura es fascinante. Ayer la jueza del caso dijo que no estaban todos. Musk usa Signal, que autodestruye mensajes y no responde a peticiones de autoridades. La hipotética recuperación de más mensajes puede inquietar a Musk y sus amigos. Los mensajes publicados dan una idea de los debates en la intimidad de un núcleo duro de Silicon Valley, que básicamente incluye a multimillonarios y aspirantes.
Entre las revelaciones más impactantes de los mensajes están que Musk, como yo, ve la televisión pública rusa RT en inglés, pensando que sus informativos son los mejores disponibles en ese idioma, a pesar de sus obvias ataduras (como pienso yo). A diferencia de mi caso, Musk recibe centenares de mensajes de gente que admira, anima o pelotea a Musk:
Nadie le tose. Es una larga fila de admiradores descontrolados: “Mi espada es tuya”, le dice el inversor Jason Calacanis, que es el más pegajoso y que se postula incluso para ser jefe ejecutivo de Twitter: “Sería mi trabajo soñado”. Le manda listados de ideas que Musk omite. Menos la propuesta de reducir drásticamente la plantilla de Twitter, que le hace más gracia.
Jack Dorsey, fundador de Twitter y jefe hasta noviembre 2021, le escribe: “Sí. No puede ser una empresa. Por eso me fui”. Musk le pregunta cómo debería ser. Dorsey le responde un mensaje largo: debe ser un protocolo abierto, como Signal, sin anuncios, sin una entidad centralizada detrás. Musk le dice: “Idea súper interesante” y “me gustaría ayudar”. La ausencia de publicidad gusta a Musk.
Con el tuit de la plataforma empiezan a llegarle más mensajes. Uno es de Larry Ellison, cofundador de Oracle: “No creo que necesitemos otro Twitter, le dice. Con Ellison, Musk tiene uno de los intercambios más locos. Unas semanas después de ese primer mensaje, Musk le pregunta si sigue interesado en entrar en la compra de Twitter: “¿Qué cantidad de dólares más o menos?”, pregunta Musk. Y Ellison: “1.000 millones, o lo que me recomiendes”. Musk responde con el mismo tono que el resto de la humanidad habla de compartir lotería: “Lo que te vaya bien. Yo te recomendaría 2.000 o más. Tiene mucho potencial”. Ellison encima le dice: “Estoy de acuerdo y sería muy divertido”. En toda la humanidad quizá haya menos de 10 personas que si tienen 2.000 millones encontraran “muy divertido” invertirlo en una empresa.
“¿Pero por qué no compras Twitter?”. También hay europeos que tienen ideas. Mathias Döpfner, director ejecutivo de Axel Springer, que controla Bild y Politico, pide a Musk directamente que compre Twitter: “Nos encargamos por ti”, sigue. “Establecemos una plataforma de libertad de expresión. Sería una contribución real a la democracia”. Musk responde: “Idea interesante”. Se compromete poco.
Días después, Döpfner es el autor del mensaje más largo de toda la base de datos, con una lista de puntos para arreglar Twitter. El primero es “solucionar la libertad de expresión”. ¿Cómo? Habría que reducir los términos de servicio “que ahora son cientos de páginas” a tres cosas: no spam o estafas, no promocionar violencia, no porno ilegal. El resto son ideas parecidas a convertir Twitter en un protocolo abierto a varios algoritmos. Musk no parece atraído.
Este es el punto más repetido: parece que volverá Trump y su séquito. Es probable: “Sería magnífico que se relajaran las suspensiones permanentes, excepto para las cuentas de spam y quienes abogan por la violencia explícita”, escribe Musk al jefe actual de Twitter, Parag Agrawal. Y poco después: “Twitter debería moverse hacia al centro”.
Todo esto puede parecer mero cotilleo de millonarios, pero no lo es: como ya he repetido varias veces, Twitter es:
A) Una compañía enormemente influyente sobre la política mundial, al tener en efecto un monopolio sobre la discusión de política en público.
B) Una compañía extremadamente mal gestionada por gente desinteresada, estúpida y politizada del mismo modo en el que lo está un chaval de 18 años que estudia políticas, ha leído diez libros y vive con sus padres. Gente a la que no le importa dejar de ganar millones y millones para dejar sin acceso a las redes a los “fachas”.
El potencial de Twitter para convertirse en una de las grandes redes sociales del mundo después de que la compre y gestione alguien con dos dedos de frente es inmenso. Pero ese potencial, lo más probable, se lo quedarán en forma de beneficios los colegas de Musk y el propio Musk, tras haber comprado la compañía y sacarla de bolsa. ¿Por qué debería ello interesarnos al resto de mortales?
Para empezar, por Google. Google sí que cotiza en bolsa, a través de su compañía matriz Alphabet, y es una de las mayores empresas del mundo. A pesar de su legendaria maldad y capacidad para extraer dinero de todo lo que se mueva, caiga quien caiga, Google lleva años encontrando dificultades para seguir creciendo. En el tercer trimestre del año, sus resultados fueron seriamente lastrados por una subida ínfima de los ingresos publicitarios; y la clave de su futuro es su división más conocida, la que usamos todos todo el tiempo para ver vídeos: Youtube.
Si uno invierte en Google pensando en el crecimiento futuro que pueda tener (no en el pasado) fundamentalmente está invirtiendo en Youtube y en el argumento, que durante muchos años he sostenido, de que Google está abocada a dominar el mercado de televisión y esencialmente reemplazar a casi todas las grandes compañías que ahora mismo se quedan con la mayoría de ese inmenso pastel publicitario.
La inminente adquisición de Twitter por parte de Musk representa un enorme desafío para Youtube.
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