Bienvenidos al mundo que Jack Welch creó: notas rápidas
Enemigos de la humanidad y otra gente que da pelotazos
Aquí llega mi segunda entrega para mis queridos suscriptores de pago. Espero que les gusten:
Jack Welch, enemigo de la humanidad
Observo que cité una vez a Jack Welch en mi newsletter, como ejemplo de ejecutivo que se forró hasta las cachas, pero no di muchos más detalles.
Necesitamos algo de contexto: el nombramiento en 1981 de Jack Welch, entonces de 45 años, como director general de General Electric fue, en retrospectiva, tan importante como la toma de posesión de Reagan, al menos como señal de los cambios en marcha en Estados Unidos. Antes de Welch, el conglomerado más admirado del país había Lo dirigía el majestuoso ejecutivo británico Reginald Jones, un hombre alto y austero que ganaba 200.000 dólares al año, vivía en una casa modesta y espaciosa en Greenwich y rechazó dos veces entrar en el gabinete de Jimmy Carter.
Cuando Welch, el sucesor elegido personalmente por Jones, asumió el poder, llegó con él una nueva ola de capitalismo depredador neoliberal. Utilizó el brazo financiero de la empresa, GE Capital, para inyectar deuda y convertir al conglomerado en un actor destacado en el mercado de fusiones y adquisiciones, haciendo que GE creciera cada vez más y fuera capaz de dar a sus accionistas dividendos cada vez mayores. Engordó los márgenes corporativos despidiendo a más de cien mil personas en la primera mitad de la década de 1980, y ganó cientos de millones para sí mismo.
Mientras Welch era agasajado por la prensa financiera y los políticos que buscaban pelotear a GE, su ejemplo se volvió contagioso, hasta el punto de llegar a definir lo que los críticos describieron como un nuevo “precariado” con empleos precarios al capricho de los empresarios, donde uno podría ser despedido en cualquier momento sin que sea culpa suya. En 1979, justo antes del ascenso de Welch, menos del 5% de las empresas Fortune 100 anunciaron despidos. En 1994, en los días felices de Welch, esa cifra era casi el 45%. Después del fallecimiento del tipo, los despidos masivos se convirtieron en una rutina: el 58% de las empresas anunciaron despidos en 2023, incluidas corporaciones ultrarentables como Citigroup, Goldman Sachs y los gigantes tecnológicos Meta, Microsoft y Alphabet.
¿Recuerdan cuando escribí hace poco sobre la nueva era del trabajo precario en que la empresa te puede despedir cuando quiera, sin que hayas hecho nada malo, porque eres muy viejo o muy joven o hay que subir los márgenes un 0,1%? Jack Welch tiene la culpa. Ojalá Satán le esté dando lo que merece en el infierno, con barras de acero candente y sin vaselina.
El mandato y el ejemplo de Welch contribuyeron en gran medida a acabar con una era dorada del capitalismo estadounidense durante la cual las empresas habían servido como anclas para las comunidades donde se habían asentado, proporcionando no sólo empleo sino también beneficios y cohesión social desde la cuna hasta la tumba.
Welch y otros recortadores de costes eliminaron tradiciones corporativas apreciadas como lujosos retiros corporativos a los que incluso se invitaba a gerentes de bajo nivel, a veces con sus propias familias, y se entretenía con “musicales industriales”, una invención estadounidense única que aprovechó las ventajas musicales y el talento teatral de Broadway para crear piezas de danza y canciones que ensalzaban las ganancias y la expansión corporativa: himnos al capitalismo que, según descubrió Welch, costaban dinero innecesariamente para alucinar a los pobres perdedores que podría utilizarse mejor para que Welch se comprara más mansiones.
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