Algunas implicaciones del caso Credit Suisse
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El Financial Times narra de forma bastante dramática el modo en el que el Banco Nacional Suizo, la Autoridad de Supervisión de los Mercados Financieros y el ministro de finanzas de aquel país organizaron la boda a punta de pistola entre UBS y Credit Suisse Group el fin de semana pasado.
Puede haber quien piense que los detalles sobre este sórdido asunto no son importantes. En tal caso, se equivoca mucho. En Europa nos gusta andar por el mundo dando lecciones sobre democracia y respeto al imperio de la ley, y luego tenemos casos como éste, en el que un montón de accionistas de Credit Suisse (casi todos extranjeros) fueron obligados a tragar con una oferta en la que perdieron el 90% del capital que habían invertido en el banco. Y todo esto sin voz ni voto, sin tiempo a reaccionar, en un solo fin de semana.
Es verdad que los accionistas son siempre los primeros en perder cuando una compañía se va a la bancarrota. Pero también es verdad que Credit Suisse no fue declarado en bancarrota en un proceso legal. Lo que ocurrió aquí fue que el estado suizo, vía los reguladores bancarios, esencialmente se incautó de Credit Suisse obligando a los accionistas a entregarlo a precio de risa, antes de tener que verse con el muerto del colapso de uno de los grandes bancos internacionales.
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