Mierda de mundo: se ha muerto el mejor inversor de la historia y nadie se enteró
Obituario para la gente que disfruta de las finanzas, o al menos querría disfrutar de ellas
Les voy a contar la historia de un hombre extraordinario que murió en mayo, y les apuesto lo que quieran a que nunca supieron que este hombre existió, nunca escucharon que murió y nunca imaginaron que este hombre fue el mejor inversor de la historia, muy por delante de cantamañanas como Ray Dalio y manipuladores de (comparativamente) poca monta como Warren Buffett y George Soros.
Este hombre tenía cuarenta años cuando, a finales de los 1970 y después de una larga carrera, decidió meterse a invertir en los mercados financieros. Mi sospecha es que lo hizo un poco por frustración y por callar bocas, igual que el primer filósofo de la historia, Tales de Mileto:
Tales de Mileto es considerado el primer filósofo de la historia, y tal vez el primer inversor sistemático. Hay una historieta, en diferentes versiones, que viene a decir que alguien se rio de él, diciéndole que eso de ser filósofo está muy bien, pero que al final era sólo un muerto de hambre. Tales usó estimaciones sobre el clima para predecir el precio de las cosechas de oliva, y ganar un montó de pasta comprando y vendiendo árboles (o aceitunas) sólo para cerrar bocas.
Su siguiente aventura fue en el cercano reino de Lidia, donde entró al servicio del rey Creso, que era algo demasiado agresivo para el tamaño de su ejército. Fue quizás bajo la influencia de Tales, o quizás no, que Creso, o uno de sus sucesores, inventó las monedas para pagar a mercenarios griegos que utilizó para incrementar el tamaño de su ejército.
Nunca antes se había pensado pagar a soldados con trocitos de metales preciosos, que generalmente se utilizaban para grandes transacciones (y en “talentos”, que eran casi 30 kilos de metal dentro de algún contenedor), mientras que casi todo el comercio en el mundo se llevaba a cabo con trueques, a veces utilizando objetos intermedios como conchas o puñados de sal. Pero Creso entendió que las monedas eran extremadamente valiosas para los soldados, que podían tomarlas como pago y llevarlas en carteras pequeñas y difíciles de robar, que portaban consigo incluso cuando iban a una batalla.
Volviendo a nuestro hombre que murió en mayo, podemos decir que nació en Cambridge, Massachusetts, en 1938, y tuvo una infancia convencional, feliz y preocupada por las matemáticas antes de ir al MIT a estudiar su materia favorita. Tras graduarse a los veinte años, él y algunos amigos pidieron prestadas unas motos y condujeron desde Boston a Bogotá, donde más tarde entró en el mundo de los negocios como copropietario de una empresa de alicatados.
Nuestro protagonista fue después a Berkeley a hacer un doctorado, atraído por la presencia del famoso matemático chino-estadounidense. Terminó su tesis en dos años. Se titula “Sobre la transitividad de los sistemas holonomicos”. La holonomica se define como “el transporte paralelo de vectores tangentes alrededor de curvas cerradas en espacios curvos multidimensionales” (no me pregunten, yo solo he copiado y pegado, que soy de letras).
En 1962, este tipo tan brillante se trasladó de nuevo al este para enseñar en el MIT y luego en Harvard, pero se frustró por los bajos salarios académicos, por lo que dos años más tarde se fue a trabajar como criptógrafo en el Instituto de Análisis de Defensa, un tributario de la Agencia de Seguridad Nacional (la famosa y malvada NSA), entonces como ahora el principal empleador mundial de matemáticos puros. Lógicamente, este hombre tenía un verdadero don para descifrar códigos. Disfrutaba del trabajo y del dinero extra, pero cuando estalló la guerra de Vietnam se opuso a la participación de Estados Unidos, lo dijo públicamente y fue despedido.
Ahí comenzó realmente su carrera hacia el título de campeón de todos los tiempos de las finanzas puras.
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